Carl Honoré, o cómo presionamos a nuestros chicos
El periodista y escritor Carl Honoré, escocés afincado en Canadá, empezó a estar en boca de todo el mundo en el 2004 con su libro “Elogio de la lentitud”. En este best-seller se hacía hincapié en el desenfrenado estilo de vida que llevamos en Occidente, y lo perjudicial que resulta para nuestras vidas.
Siguiendo este camino de enfrentarse a las cosas que damos por hechas, en 2008 publicó un nuevo trabajo muy interesante titulado “Bajo presión”, editado en España por RBA.
Cómo a veces los padres podemos amargar a nuestros hijos por nuestro (erróneo) deseo de verlos triunfar
¿Quién no ha soñado que su hijo llega a futbolista de primera? Músicos, pintores, bailarinas, pilotos de F1, deportistas de élite, actores, catedráticos… Cuando detectamos alguna habilidad especial, alguna cualidad distintiva en nuestros hijos, solemos tirarnos de cabeza, profundizar en el deseo de que el niño destaque y sea especial.
No hace falta saber mucha psicología para entender que con esto, lo que hacemos, más que ayudar a nuestros hijos, lo que hacemos es meterles presión condicionados por nuestras propias frustraciones y nuestros propios anhelos.
Algo así le pasó a Carl Honoré cuando a su hijo le “diagnosticaron” como superdotado a nivel artístico. Su primer impulso fue llevarlo a una academia de bellas artes, que se formara bien, que pudiera explotar su talento innato. Pero… el niño no deseaba eso. El niño sólo quería dibujar, por placer. Nada más. ¿Tan malo es dejarle disfrutar?
Esa es la pregunta que se hizo el autor, y que le llevó a un viaje por diferentes países de Occidente para estudiar casos de niños superdotados o talentosos que se han visto obligados a renunciar a su felicidad, a su propia infancia, en pro de unos talentos para el futuro que, a lo mejor, no había necesidad de desarrollar.
Lo que hacemos mal, queriendo hacer el bien
En “Bajo presión” encontraremos una serie de ideas o ejes principales que, en cuanto a actitudes paternas o educativas, pueden resultar desastrosas.
El exceso de actividades extra-escolares, por ejemplo, bien sea por falta de tiempo que dedicarle a los críos, bien por deseo de “perfeccionarlo”.
O la sobreprotección de los padres, que limita completamente la capacidad de acción del niño y puede incluso anularle.
El autor se esfuerza en hacer entender que el niño, lo que necesita de sus padres, es tiempo dedicado a ellos, confianza, amor… y sobretodo sentido común, relajación. Ser padre no es pasar un examen constante. Y un hijo no es un pedazo de plastilina a la que debamos dar forma. Educar a los hijos debe ser un proyecto compartido, amable, abierto a lo inesperado. No sea que por querer “lo mejor para él”, acabemos provocándole insatisfacción o estrés.
Honoré no se queda sólo en el ámbito familiar: su libro denuncia las prácticas educativas, estatales e incluso comerciales a las que sometemos a los niños, creando un maremoto de deseos artificiales, competitividad e infelicidad que deberíamos replantearnos seriamente.
En definitiva, un libro altamente recomendable que podrás encontrar en cualquier librería y que bien merece una lectura.